Hablemos de otoño.
Porque la estación cambia hoy por sorpresa
y una espera que las tardes se acorten
y la noche refresque
pero el universo equivoca sus tiempos.
Tenemos que hablar.
Yo he de llegar contigo a un acuerdo
para que las hojas caigan por su peso
y la calle se inunde de olor a castaña
ignorando esta floración absurda de los cerezos.
Porque una cosa es que tu abrazo
rompa el hilo a mi respiración
y tus manos anuden mi piel
con la forma de tus besos.
Pero el mundo ha de seguir
—primavera, verano, otoño, invierno—
simulando estar cuerdo,
y este amor a quemarropa no puede cambiar
su orden interno.
Así que detén esta magia y razona,
y rectifica y aquieta,
que no necesita brotes la semilla del almendro
y deja que el mundo crea
que los milagros no existen.
Que el que acabas de oficiar,
celosa de mi secreto,
me lo guardo entero dentro.
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