Transexualidad y pareja

16 de julio de 2021

Este espacio entra hoy en mi ámbito personal. Porque la entrevistada es, en esta ocasión, mi mujer.

María José González Luis es una matrona y sexóloga tinerfeña. Feminista y madre, trabaja por dar una mejor calidad de vida a la red de mujeres de su ámbito laboral, acompañándolas y dándoles apoyo en todo su ciclo vital. 

La entrevista tiene, además, el doble valor de contar con su testimonio como pareja de una persona en tránsito. Una visión compleja y poco conocida. Y María, como la conocemos familiarmente, la comparte con el deseo consciente de que las luces y sombras de este difícil proceso sirvan para allanar el camino a quienes viven sin referentes esta misma situación.

Como sexóloga, ¿cómo te sitúas ante la realidad de las personas trans? 

Pues comienzo a contarte cómo me situaba antes de ser sexóloga. La primera vez que tuve contacto con una persona trans fue hace más de 25 años, trabajando como enfermera en el hospital. La pusimos en una habitación individual. Me impactó muchísimo cuidar de una mujer a la que teníamos que dar una botella para orinar propia de varones. Para mí, que era bastante joven, fue chocante. A la vez que, desde mi posición como profesional, sentí una mezcla de admiración y compasión.

Más adelante comencé a formarme en diversidad sexual, y mi posicionamiento frente a las realidades trans fue desde la aceptación: no podía ser de otra forma. Me situaba en la defensa de los derechos humanos, pero quizá sin comprender mucho los porqués. Desde hace unos cuantos años, dentro de mis competencias como matrona, imparto sesiones de educación sexual a los jóvenes de secundaria de mi zona en las que hablamos de muchos temas, y entre ellos de diversidad sexual. Por lo que la transexualidad no me era del todo ajena, pero sin que me hubiera tocado demasiado de cerca. 

Sin embargo, desde que estudié Sexología, he podido acercarme a lo trans desde una posición que no parte únicamente de los derechos, los cuidados y la salud, sino también desde el conocimiento que te aporta la ciencia. No sólo las ciencias médicas y biologicistas, en las que siempre me he manejado bien, sino profundizando además en ciencias sociales como la Antropología y la Sociología.

El ser humano es un ser sexuado, y esto nos hace diversos, singulares y plurales a la vez. La diversidad sexual es un hecho incontestable: es así si miramos bien de cerca. En cuanto a lo sexual, las personas nos movemos en un amplio abanico que en parte viene determinado y en parte vamos coloreando a lo largo de cada una de nuestras biografías. Y esto nos hace irrepetibles, a la vez que aporta a la sociedad una gran riqueza.

Es cierto que la transexualidad puede parecer una realidad nueva, pero no lo es. Desde ciertas posiciones se puede entender como una moda, o como algo marginal desde otras. Pero la realidad es que por fin las personas trans comienzan a ser visibles, podemos conocerlas y nos piden, como es lógico, un trato igualitario. Es que no puede ser de otra manera. 

Por otra parte esta visibilidad de la diferencia, con los riesgos que ha supuesto para las personas diversas a lo largo de la historia, ha ido abriendo el camino a quienes vienen detrás. Esto es muy importante. Comenzamos a ver personas que desde muy pequeñas comienzan a significarse. Como por suerte algunas tienen madres y padres sensibles, con menos coerciones, pueden ser quienes son. Esto es un regalo para todos. 

¿Cómo está siendo vivir en primera persona el tránsito de tu pareja?

Pues ahí viene el lío. Y para contarlo he de quitarme el traje de sexóloga, igual que tuve que hacer con el de matrona el día de mi propio parto. Al fin y al cabo, tras la sexóloga está la mujer que soy, la pareja, la lesbiana, la feminista, y lo que me queda por descubrir de mí misma.

Siempre he querido ver las cosas que me pasan en la vida como una oportunidad para comprender más y mejor la naturaleza humana. Sabes bien que soy una persona curiosa, interesada en las personas, su psicología, lo relacional y lo vivencial. Me apasiona entender y acompañar en los diversos procesos a las mujeres con las que trabajo, a mi tribu, a toda mi red… Y por supuesto, con todo ello, entenderme a mí misma también.

Aún así, toparme ahora con tu transexualidad son palabras mayores. Me has enamorado y te he querido como la mujer que eras. Y tras la puerta que estás abriendo no tengo muy claro lo que hay. Pero sí que toca ser coherente, honesta y valiente a pesar de los miedos.

Cierto es que no me ha cogido del todo por sorpresa. Cuando empezamos nuestra relación de pareja, hace ya siete años, dejaste caer alguna consigna. Yo acogí esas señales con cierta tranquilidad, en parte anestesiada en esa fase del enamoramiento en la que no puedes ni respirar, porque la otra persona lo impregna todo. Cuando me decías que no sabías bien qué eras y que a veces soñabas con masculinizar tu cuerpo, yo respondía que, si así fuera, te iba a seguir queriendo igual. Imagino que para ti sería un alivio, aunque en aquel momento no estabas hablando de hacer concreta la idea, de plasmarla en la realidad. Y yo me situaba también en un lugar hipotético. 

Pero ahora sí que ha llegado el momento.

Y que no me haya cogido por sorpresa del todo, cosa que agradezco, no significa que sea sencillo. 

Lo primero que puedo decirte es que tu transición también hace que yo transite. Es imposible ser ajena a ello. Es tan sustancial que tus movimientos también mueven mis cimientos.  

Durante este tiempo relativamente corto han surgido mil emociones. Muchas las puedo formular como preguntas: ¿Es real lo que me cuentas? ¿Estarás pasando una fase? ¿Hay un exceso de valentía por tu parte? ¿Te equivocarás? ¿Le haremos daño a nuestros peques? ¿Y si te arrepientes después de haber hecho cambios irreversibles?

Otras van de la mano del enfado y la frustración: Con lo que me había costado salir del armario como lesbiana, ¿y ahora, qué?… Con lo que me gustaba pasear de la mano con mi chica, ¿y ahora, qué? Tendré que ir de la mano con mi chico, como una más. Y no sé si quiero ser visible como heterosexual. Me gustaba lo otro… (quién me lo iba a decir a mí). Con lo orgullosa que me he sentido de estar con una mujer, y ahora tengo que despedirme… No sé si quiero, no sé si me voy a sentir como antes. ¿Cómo tengo que situarme ahora en mi deseo frente al sexo contrario? Integrarte como hombre hace que tenga que incorporar a mi vida la masculinidad de alguna manera. Hay emociones muy profundas ligadas a este hecho que me interpelan radicalmente y me sacan de mi zona de confort. Por más que intente suavizártelo, la sacudida que siento es brutal. 

El miedo a lo desconocido también se ha paseado por mi mente: no sé si me vas a gustar con vello y con barba. Creo que voy a echar de menos tu piel femenina. Me da miedo, si decides hormonarte, que se modifique tu carácter, que tengas efectos secundarios, que tu salud se afecte, que podamos perderte incluso, después del cáncer que ya has pasado. Me ha dado miedo también que en algún momento se cuestione tu proyección profesional, que el cambio te pase factura en lo familiar o en lo emocional e incluso en lo mental. Y también me preocupa que afecte a nuestra relación de pareja. Que mi deseo se atasque ante tus cambios corporales. 

Pero por encima de todo, lo que más miedo me da es que pierdas tu energía femenina. La sensibilidad, el romanticismo, la dulzura de tu voz… Eso le pido a las diosas que lo conserven. Aunque sea esa cosita na’ más, que una ya está dando bastante para la causa.

Luego, cuando los exploro, veo que son miedos a cosas que no han ocurrido aún y que a lo mejor nunca se dan. Pero ya que están ahí agazapados, no me queda otra que presentarme y conocerlos de cerca. Aceptarlos para poder manejarlos. 

Aún con todo esto, puedo decirte que tampoco es para tanto. A estas alturas del partido me tomo la vida con cierta calma. Ya tengo vivida una gran parte de ella y con muchísima suerte me quedará otro tanto. Así que esa imagen de “Usted está aquí, cálmese un poco», situándonos en una galaxia perdida en medio del universo, me hace siempre recordar que todo es bastante relativo. 

Fuente: Elrelojdesol.com

Creo que todo sale y saldrá mejor si le ponemos algunos ingredientes básicos: humor, (fundamental para desdramatizar las cosas), amor (esencial para coger la dirección que nos hace felices) y paciencia (para que las cosas se den si tienen que darse). Y, sobre todo, con agradecimiento por tanto bueno que nos ofrece la vida… No quiero dejar de saborearla nunca.

¿Qué ocurre con el amor y con el deseo cuando tu pareja transita hacia otro sexo?

Pues al amor creo que no le pasa gran cosa. El amor, como tiene tanto de generoso y de amplio, hace que todo sea más fácil. Para mí es la base perfecta. En mi caso el amor no transita, no cambia: es, está y lo vuelve todo mucho más sencillo. Imagino que para otras personas que estén pasando por lo mismo será algo parecido. No lo sé. Lo cierto es que no he hablado aún con nadie en mi situación para saber si esto es así para todo el mundo.

Una relación de pareja se va construyendo a lo largo del tiempo, y además le van afectando cosas por el camino: incorporaciones, pérdidas, enfermedades, alegrías, éxitos, frustraciones, encuentros, desencuentros… En definitiva, mil vivencias que vamos incorporando a la mochila compartida. Todo ello, en el mejor de los casos, hace que la relación crezca, se expanda, se nutra y permanezca viva. Creo que si hay amor se puede. Y no es que todas las relaciones tengan que estar basadas en él para ser válidas. Pero amar y sentirte amada hace que el camino sea más suave y, además, muy gratificante. 

En cuanto al deseo, eso sí que es harina de otro costal. El deseo va por otras vías, y creo que sí transita ante un cambio sustancial. En cualquier relación de pareja el deseo está en continuo movimiento, por lo que tampoco es algo muy raro de entender en este caso. Si lo piensas, Terry, no siempre deseamos igual o las mismas cosas a lo largo del tiempo ni con la misma intensidad, ni con la misma frecuencia.

Situada como pareja puedo decirte que a priori soy una persona con cierta plasticidad en el deseo: me van bien bastantes cosas, no me muevo en los extremos. Puedo pensar, si me anticipo a los hechos, en si mi deseo se afectará cuando tu piel tenga más vello, como te dije antes o si tiene un olor diferente (esto es bastante primitivo y puede parecer estereotipado, pero es así para mí y no quiero obviarlo). Es algo que me inquieta. Pero por otra parte, tengo la fortuna de poder incorporar a mi erótica (y aquí sale la sexóloga) variables nuevas, sin que esto ponga en cuestión el deseo que siento, todo lo contrario y con ello facilitar que el deseo se mantenga. E incluso puedo jugar con algunos de tus cambios físicos y permitir que formen parte del repertorio que activa mi mente y mi deseo. Pero esta soy yo, desde luego. No sé si será aplicable a otras personas en mi situación.

Lo que me está sirviendo, sin duda, es ser honesta y franca conmigo misma (y por extensión, contigo) alrededor de cada uno de los pasos que das. No tener miedo a contarte cómo me siento, no sentir pudor al descubrirte mis ambivalencias, mis dudas o mis contradicciones. Creo que lo que no tiene sentido es traicionarse a una misma en pro de lo políticamente correcto. No iríamos a ninguna parte. 

¿Y cómo son los duelos del nombre, del cuerpo y de la persona de la que te enamoraste?

Me preguntas por los duelos relacionados con tu cuerpo en un momento en el que aún los cambios físicos son poco apreciables. Salvo que estás adelgazando para perder curvas y poniéndote fuerte a base de ejercicio, y la verdad es que se te ve muy bien. Los que vengan asociados al tratamiento hormonal, si al final te decides, pues… como te dije antes, lo iremos hablando. No pasa nada; y si pasa, lo trabajaremos y encontraremos la forma de estar bien. Cuento con ello. 

Cuando hace algún tiempo una compañera de trabajo me comentaba que su hijo de cinco años mostraba una clara disconformidad con su sexo asignado al nacer, me pareció lo más normal del mundo que el pequeño cambiase su nombre y que todas las personas que le rodeaban le nombráramos como él se sabía y quería. 

Pero cuando has sido tú quien me ha puesto en ese mismo caso, las cosas no han resultado tan fáciles de asimilar. Ahí he podido comprender que no solo hay transfobia cuando a los demás nos cuesta pronunciar el nuevo nombre elegido por nuestro ser querido. El nombre tiene una historia, unas emociones asociadas; detrás del nombre hay imágenes, proyecciones, deseos y vivencias ligadas, todas profundamente humanas. Los animales entre sí no se ponen un nombre, por muy mamíferos que sean y muy en manada que se relacionen. Pero para los seres humanos el nombre tiene el gran valor de que nos diferencia, nos resuena y nos evoca imágenes, algunas tremendamente poderosas. 

Despedirme de tu nombre anterior supuso una pérdida. Como estoy convencida de que lo es para las madres y padres cuyo hijo lo cambia. Un nombre que muy probablemente eligieron con ilusión y con amor. El nombre con el que acunaron a su bebé para dormir, y con el que proyectaron sus sueños. Tiene valor y tiene significado.

Al principio no fue fácil. Sentí una mezcla de rabia, por tener que nombrarte de una manera que no me salía, y también de automatismo, propio del continuo de la vida cotidiana. Pero poco a poco y a medida que tú más te significabas y más me pedías que te nombrara como Terry, lo fui normalizando.

Por aquellos días, y no hace tanto de esto, pensaba que nunca te iba a dejar de pensar como Mayte. Sin embargo ya te siento como Terry, ya no me equivoco en ningún espacio. En cuanto lo integré, lo hice mío.

Lo mejor es que detrás de tu nombre sentido se vislumbra tu ser real, tu ser libre y genuino y a mí ese es el que de verdad me interesa. Hicimos el duelo de tu nombre y la herida ahora está curada. Como otras tantas cosas, no fue para tanto.

¿Qué mensaje quieres dar a las parejas y a las familias de las personas que inician una transición?

Lo primero que quisiera decirles es: ¡qué bueno sería conocernos y charlar un poco de nuestras cosas en común! Porque tener referentes nos ayuda a comprendernos, a querernos más y mejor y, en especial, lo hace todo más fácil. Es mejor en compañía. 

Creo que ante cualquier proceso en la vida es muy importante ser honestas, honestos con nosotros. mismos. Para ello es fundamental primero conocernos, saber quiénes somos, atrevernos a verbalizar nuestros miedos, lo que no entendemos o lo que nos cuesta. La comunicación es clave: escucharnos desde y con amor. Cuanto más escuchas más puedes comprender, y más sencillo resulta integrar lo nuevo.

Reivindico también el derecho a cuestionarnos todo: lo que has estudiado, lo que te han dicho que eres, tus convicciones e incluso lo que se considera políticamente correcto en otros sectores. Se trata de encarnar nuestras creencias en nuestra vida real. 

Desde algunos ámbitos reivindicativos se tildan de transfobia las dificultades que se presentan para integrar la transexualidad, y no todo lo es. La transfobia existe, sin duda, y hay demasiada, y todos somos algo tránsfobos; pero también está el desconocimiento, también el silencio y la invisibilidad. Si desconozco una realidad no puedo comprenderla, si no puedo comprenderla no puedo aceptarla, y si no puedo aceptarla no sé cómo convivir con ella.

Por eso es fundamental que hablemos, que contemos, que demos voz a la diversidad. Y que los demás abran sus oídos y nos escuchen. Es lo que toca si queremos una sociedad más libre, amorosa, igualitaria, segura y libre de violencia.

No podemos olvidar que cuando una persona inicia una transición, su pareja y su familia también transitan. Estoy hay que subrayarlo. Los que están alrededor también se mueven, y de qué manera. Tenemos que entenderlo, y además acompañarlo. Este tránsito necesita un tiempo diferente para cada quién. Tiempo para dar los pasos que sean necesarios, para equivocarnos, para retroceder, para seguir, para lo que haga falta. Con respeto por los ritmos de cada uno de los miembros de la tribu, y con calma.

Ya lo dice mi padre: que a cada quién hay que darle cinco navidades, por lo menos. Y no le falta razón. Todo se cuece mejor a fuego lento.

Para saber más: entra en el capítulo de mi diario personal en Público que fue el origen de esta entrevista.

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Manu Cruz Rodríguez es terapeuta ocupacional y sexólogo, y conoce de cerca la exclusión social, laboral, sanitaria y personal que sufren las personas trans. En esta entrevista nos acerca con mano experta a esta realidad.

2 Comentarios

  1. Guau!!. Cuanta verdad sentida con valentía Maria José. Si estoy al 100% contigo en la importancia de encontrarse con otros/as en la misma situación e intercambiar la experiencia que se experimenta y como forma de Autoayuda entre los familiares y parejas de Fundamental!!!

    Responder
    • Muchas gracias, Ariadna, por tu comentario. Nos encantará fomentar esos encuentros con redes que sabemos que existen y que ayudan tanto a sobrevivir en estas realidades disidentes.

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