Joana Cabrera Berger, especialista en Medicina de Familia y Comunitaria, es gestora de casos en TransCan para la provincia de Las Palmas. Unas unidades de atención a las personas Trans que se pusieron en marcha en el archipiélago tras la aprobación en 2014 de la Ley canaria de no discriminación por motivo de identidad de género, y de reconocimiento de los derechos de las personas trans.
En su haber cuenta con una amplísima formación en Salud, Identidad y Género, y con ser la primera colegiada registrada como no binaria en la ficha colegial del Colegio de Médicos de Las Palmas.
En la nueva ley Trans se habla de autodeterminación, en la línea establecida por la OMS para despatologizar esta identidad. ¿Cómo casa con la necesidad de atención sanitaria específica para las personas transexuales? ¿Quedará en entredicho la necesidad de atención psicológica?
Hay que diferenciar varias cosas. La Organización Mundial de la Salud descatalogó las identidades trans, pero sin quitarlas del manual, sino pasándolas de enfermedades mentales a otros apartados no patológicos. ¿Por qué no las sacó del manual? Porque no todos los países tienen servicios públicos de salud. Si no hubiera un código diagnóstico, que en el fondo es un requisito para acceder a un servicio de salud, las personas trans no podrían utilizarlo. Por eso la OMS contempla que, dentro de las identidades trans, han de estar cubiertos determinados servicios.
Pero otra cosa muy distinta es que a día de hoy la disforia de género tenga que seguir estando en el DSM, el Manual de Código Diagnóstico de la Sociedad Norteamericana de Psiquiatría. De ahí es de donde hay que salir. Porque las identidades trans no son patologías mentales, sino procesos vitales tan fisiológicos como pueden ser un embarazo o la menopausia, donde es normal que obtengas un servicio médico en forma de acompañamiento, de ayuda integral bio-psico-social.
¿Existen dificultades de acceso a las prestaciones para el colectivo trans?
Cada vez menos, pero sí. En 2017 Transgender Europe hizo un estudio que reveló datos escalofriantes. Más del 50% de las personas trans sufren ansiedad antes de asistir a una consulta médica por miedo a recibir un trato transfóbico, a una violación de su intimidad, a tener que mentir para acceder a las cuestiones sanitarias relevantes… Siendo especialista en medicina familiar y comunitaria, tengo claro que debemos estar a pie de calle acompañando los procesos vitales individuales, en el seno familiar, en la colectividad social, para tener una mejor salud. Desde esa perspectiva se me hiela la sangre al pensar que muchas personas no acceden a un servicio sanitario público porque da miedo. Las médicas y médicos somos traductores, estudiamos seis años para traducirle a nuestros pacientes lo que está pasando en su cuerpo, y en base a eso podemos tomar decisiones conjuntamente, olvidando el paternalismo anticuado que ha habido muchas veces en el mundo sanitario. Pero tenemos una puerta de cristal que genera una discriminación sanitaria a las personas diversas, y no lo podemos permitir.
¿En qué consiste la atención a la infancia trans? ¿Hay intervención sobre los cuerpos de las niñas y niños? ¿Y cómo se acompaña su proceso psicológico?
Tenemos que entender que el servicio TransCan y otros con filosofía parecida no somos una fábrica de Barbies y Kens, donde una persona entra (como en aquel programa de los años 90 “Lluvia de estrellas”, en una nube de humo) y sale transformada en un cuerpo que cumple con la norma social. Ese es el cambio del modelo. Por desgracia antes, para poder acceder a la información y los servicios, tenías que acudir a consultas que cuestionaban tu masculinidad y feminidad mediante tests cargados de estereotipos. No tenía ningún sentido. La identidad sexual se basa en el sexo biológico, que viene a ser nuestra carcasa, las cartas que nos tocan al nacer. Cuando una persona nace estamos obligados a poner una letra en su sexo registral. Con esa letra empieza un recorrido cultural que va a empapar tu vida. Luego viene la identidad psicológica, donde sólo yo puedo saber quién soy. A nadie le es posible abrir a una criatura en canal y decir cómo siente su sexo cerebralmente. Es ella misma quien lo puede decir, cuando va creciendo. Dependiendo de su carácter, y de cómo se tomen sus señales alrededor, lo contará antes o después.
Las niñas y niños pequeños van evaluando constantemente cómo se recibe en su entorno lo que expresan. Cómo los tratan cuando se pintan las uñas o juegan al fútbol. Y valoran los castigos que pueden recibir cuando exploran. Así pueden pasarse hasta los 9 o 10 años. Muchas madres y padres se asustan cuando su hijo varón se pone los tacones de su madre. Eso no significa que sea trans, significa que le gustan… Si lo es, ya lo dirá. Cuando encuentre su momento y su espacio más seguro.
Otra cosa muy distinta es la expresión de género. Es algo que genera confusión, y que explico siempre a las madres y padres. Ser una niña masculina o un niño femenino no supone en absoluto que tenga que ser trans. Sino que se ajusta menos a los estereotipos de género. Y tampoco necesariamente será lesbiana o gay, porque la orientación sexual es un capítulo diferente, que se centra en qué sexo te atrae.
En ese punto, cuando la personita se expresa, es cuando le digo a las familias que lo que hay que hacer es estar muy cerca. Dar un acompañamiento abierto, vigilando que tenga espacios de seguridad, para asegurarnos de que no sufra bullying en el colegio ni en casa en el caso de ser diferente.
Hay criaturas que lo pasan mal, y les damos acompañamiento psicológico clínico y también social, en su red de apoyo. Pero a los menores no se les hormona, eso son mentiras que se cuentan por ahí. Cuando el menor llega al desarrollo puberal, nos sentamos con él o ella y con su familia, y le preguntamos qué necesita. Siempre dando mucha información en la medida en que tienen madurez para entenderla, acompañándolos en las decisiones que quieran tomar y dando espacio para que la persona se exprese, desde la empatía y el cariño. Para nada se trata de una conversión, sino de un apoyo.
A veces pensamos que las criaturas son tontas y las tenemos que guiar. Pero son ellas quienes te guían a ti. No las moldeamos como dioses: ellas se rebelan y se sitúan según sus propios criterios. Y muchas veces no las dejamos ser, no las respetamos, porque no las escuchamos, pero ni a las transexuales ni a las que no lo son. Tenemos la costumbre de decir siempre a la infancia y a la juventud lo que tiene que hacer todo el tiempo. Y es importante no infantilizar a las personas trans dándoles tutelaje: en lugar de eso debemos escucharlas y ayudarlas a gestionar sus expectativas.
Se escucha muchas veces decir que hay evidencia científica sobre la existencia de las personas trans, pero que la transexualidad no binaria (ni hombres ni mujeres) es una construcción intelectual. ¿Dónde se sitúa TransCan? ¿Y cuál es la casuística, en este sentido, de las personas no binarias en la atención sanitaria? ¿Necesitan una atención especializada?
Eso es así en las ciencias sanitarias. Si hablamos de ciencias sociales (antropología, politología incluso) nos dicen lo contrario. Lo que es una falacia, una invención cultural y social, es el binarismo de género. Previamente a las religiones monoteístas, el colonialismo y la Inquisición,está estudiado que en muchas culturas en todo el mundo no existía el concepto excluyente de hombre y mujer, en el que tienes que ser una de las dos cosas, y dentro de unos roles asociados. Además, cada rol tiene una función social. Por eso se mantiene el binarismo de género, porque parte de la función social está en mantener una estructura patriarcal. Una estructura de poder basado en el género, donde se va a asignar a cada género un poder en base a sus características sexuales y su función reproductiva. Eso es absurdo. Hoy en día, poco a poco, se van desenterrando y recuperando las culturas precoloniales, gracias a los movimientos decoloniales, donde se ve que esto es una gran mentira.
En ese sentido, las personas no binarias no aparecemos de la nada. Somos posibilidades de ser. Es verdad que ya no vivimos en esas culturas precoloniales. Pero cada vez somos más las personas no binarias, debido a la fractura de los conceptos de hombre y mujer, gracias en parte a las identidades trans más clásicas. Esas fisuras que aportan desde las experiencias y los movimientos sociales, que van deconstruyendo los conceptos hegemónicos de hombre y mujer, van permitiendo que otras generaciones vayan permeando y puedan vivir esta apertura. Por eso tenemos tantas personas no binarias entre jóvenes y adolescentes. Esta identidad sexual les permite tener un espacio de exploración mucho más abierto. Muchas personas no binarias deciden luego transitar hacia el otro sexo. ¿Hay en ello una equivocación? No: ha habido una experimentación, y el sexo es algo fluido, por lo que resulta natural pasar etapas.
Pero las personas no binarias sufren mucho en el encaje social. Porque no tienen un cuerpo adonde ir. Las binarias, para ser identificadas como son, saben que hay una serie de rasgos físicos que ayudan. Pero tanto en géneros fluidos, como en el caso de las personas genderqueer, agénero… no hay un espacio como tal, y el que puedes generar desde tu propia expresión de género es un espacio de alta violencia, como el que vivieron las mujeres trans en los años 70 y 80. Lo puedes llevar mejor en la adolescencia, al ser una etapa de rebeldía. Pero llega un momento en que es difícil -en lo laboral, o para ir al gimnasio, o para decidir cómo te van a llamar tus hijos-. Por eso en consulta le hablo a las personas no binarias del Ojo de Sauron que todo lo ve, y de dos cajas: la caja rosa y la caja azul. Todas las personas a tu alrededor generan sin querer una policía de género, y en función de lo que ven (vello facial, pecho, tono de voz…) y de su aprendizaje, se dirigen a ti colocándote en una caja o en la otra.
Así que, como persona no binaria, tienes que elegir qué espacio de seguridad es mejor para ti. A veces es el cuerpo en el que estás, el que te ha tocado, modulando algunos rasgos con tu expresión de género. Pero en los espacios sexuados, como un baño público, ¿dónde te vas a sentir mejor, con menos riesgos? Porque tu red te puede respetar como persona no binaria, pero cuando vas a la panadería no puedes esperar que te nombren como tú quieres. Así que elige el espacio más seguro para ti cuando estás fuera de tu ámbito más cercano. Y si para eso necesitas iniciar un tránsito, para adquirir una serie de características concretas, adelante. Para eso estamos los profesionales, para acompañarte. Para que sepas que hay luz al final del camino.
Las vidas trans son dignas, y se pueden vivir con toda la felicidad del mundo. Lo que ocurre es que, como cualquier etapa vital, generan un aprendizaje que a veces es doloroso. Pero que eso no te haga pensar que no valemos la pena o que no tenemos derecho a ser felices. Siempre digo que la disforia de género es una manera de nombrar, pero me resulta incómodo el término. Prefiero pensar que las personas trans tenemos una euforia de género, y que ser quienes somos, o amar a quien amamos, es algo que jamás nos debe hacer sentir avergonzadas. Más bien al contrario: saquemos la cabeza, y con nuestro arcoíris quitemos el gris de los hombros de la gente. Ese es mensaje.
Fantástica Joana Cabrera, la coexistencias de los modos masculinos y femeninos en los sujetos sexuados, la importancia de explorar los quién, los acompañamientos amables, la mirada biográfica de los sujetos, … son elementos imprescindible en el acompañamiento a las personas que se preguntan por sus identidades.