El 19 de octubre es el Día contra el Cáncer de Mama. Las lesbianas duplicamos las posibilidades de padecerlo en Europa: una de cada cuatro mujeres. Yo tampoco pensé que me fuera a tocar, y el año pasado la noticia me sacudió de arriba abajo. Pero hay mucha cara que plantarle a la enfermedad, y el primer paso es aprender a prevenirla. Sigue leyendo: ¡verás que es fácil cambiar a un estilo sano de vida cuando el premio eres tú misma!
Soy una mujer corriente, que está en la mitad de su vida. Tinerfeña, trabajadora en activo, madre de familia. Y lesbiana.
Todos los años, al llegar enero, me hacía mi revisión ginecológica: citología, ecografía y revisión de mamas. Pero era el típico trámite que cumples porque es lo que toca: nunca pensé que me fuera a pasar a mí.
¿Por qué yo?
Cuando el verano pasado, tras notar un bulto persistente, me diagnosticaron cáncer de mama, sentí a cámara lenta como si el bombo del sorteo de navidad se hubiera detenido en una bola que llevaba mi nombre. ¿Por qué yo, con 43 años, tres hijos de menos de siete y tanta vida por delante?
Acababa de pasar por la separación de mi exmujer, después de 11 años juntas, y de un fracaso emocional muy duro con mi siguiente pareja. Y estaba empezando por fin a respirar sin que me doliera cuando llegó la estocada.
Los médicos querían operar de inmediato (mastectomía radical en un pecho y subcutánea en el otro), pero les pedí diez días de prórroga para irme de vacaciones con los peques y su otra madre, como teníamos previsto. En esos días, sus risas y sus juegos me llenaron de energía y pude entrar animosa en el quirófano.
La recuperación fue larga y lenta, y a lo largo de estos últimos meses, en que he pasado por dos operaciones más, he vivido una experiencia muy diferente a cuanto conocía. Incluso en mi caso, con una familia estructurada que se desvivió por hacérmelo todo más fácil, y rodeada del cariño de mis amigos y mis compañeros de trabajo, viví en mis carnes con creces el mordisco del dolor y de la incertidumbre.
Enfrentar la realidad
El cáncer me ha cambiado la vida. Me he dado cuenta de que lo vemos ajeno a nosotras y eso nos hace vulnerables. Pero el cáncer de mama ha venido para quedarse. Ya lo padecemos una de cada ocho mujeres, tasa que se duplica en las lesbianas: una de cada cuatro. Sabiendo que la mitad de las europeas desarrollaremos un cáncer, y que el de mama es el tumor femenino más frecuente, lo viviremos en primera persona o en nuestras familiares, parejas y amigas con mucha probabilidad. Por eso debemos aliarnos con nosotras mismas, en lugar de esconder la cabeza en la arena.
Tal como dice un informe de la ILGA (la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas), las mujeres lesbianas no acudimos al ginecólogo tanto como deberíamos, por asociarlo a anticonceptivos o a la maternidad. Y a eso se suma el riesgo de no tener hijos, en su caso, de no haber amamantado o de un mayor consumo de alcohol y tabaco. Por eso tenemos una incidencia aún mayor de cáncer de mama.
La prevención, la mejor aliada
La buena noticia es que siete de cada 10 tumores se podrían evitar. Pueden prevenirse cambiando los factores de riesgo modificables: llevar una vida saludable, con ejercicio físico regular y una dieta equilibrada (con más cereales integrales, frutas y verduras y menos grasas animales), moderando el alcohol y no fumando. Otro apunte es evitar el tratamiento hormonal sustitutivo durante la menopausia, que incrementa el riesgo, y pedir un consejo genético en el hospital si existe una historia familiar de cáncer de mama.
A mí el cáncer me ha hecho frenar en seco. Dejas de trabajar, te concentras en superar la enfermedad y empiezas a replantearte tu vida y tus prioridades. Nadie sale de un pulso como este de rositas, pero yo me empeñé en vivirlo en positivo.
Mujeres amazonas
Contar este año de experiencia semanalmente en un antiguo blog me ayudó a volcar en él mis inquietudes, a narrar los procesos en primera persona, mezclando humor y lágrimas, y a ser capaz de olvidarlos luego en el día a día. Porque lo importante es seguir viviendo, con letras mayúsculas. No soy la enfermedad. Soy Terry, una persona amante de la literatura, de los caballos y de las parrandas con guitarras y amigos, enamoradiza y romántica, apasionada fan de mi hija y mis dos hijos… todo lo que me sigue haciendo ser yo misma. Y lo otro es un mapa de cicatrices en mis pechos de amazona que me ha hecho más humana y, al mismo tiempo, más fuerte.
Cuando decidí salir del armario, hace ya tantos años, no sabía que tiempo más tarde iba a luchar por otra visibilidad: la del cáncer asociado a la supervivencia, en vez de a la muerte. Me descorazonan los paños calientes con que se habla a veces de la enfermedad de una persona conocida. Decir «una grave dolencia» es no ponerle nombre al miedo. Cosificar, sin embargo, lo hace tangible. Y el cáncer no ha de ser un fantasma, «el-que-no-debe-ser -nombrado»,como aquel personaje tétrico de los libros de Harry Potter. El héroe se atrevía a llamarlo por su nombre, y ese fue el primer paso para vencerle.
El cambio de registro lo protagonizó el año pasado mi admirada Martina Navratilova. La misma campeona que lo ganaba todo en las pistas en la década de los 80 dio el golpe de su vida al vencer un cáncer de mama. Y lo mejor es que, en lugar de retirarse a la lujosa privacidad de su torre de marfil, sin arriesgar sus ingresos por patrocinio ni las invitaciones a torneos, dejó a los medios vivir con ella el día a día del tratamiento. La CNN fue testigo hasta de las sesiones de radioterapia. Y la tenista, que años atrás había luchado contra la homofobia, volvió a marcarse un tanto visibilizando una enfermedad que la hacía vulnerable. Y, tal como ella misma cuenta, lo hizo para concienciarnos a las mujeres de que ninguna estamos exenta y de que el control es la mejor prevención.
Este 19 de octubre es el Día contra el Cáncer de Mama. No se me ocurre mejor forma de celebrarlo que haciendo de altavoz con todas las mujeres de mi entorno: cada revisión es un acto de amor hacia nosotras.
Está en nuestras manos. Cuéntaselo a las mujeres de tu vida. Y a la más importante de todas, que eres tú misma. ¡Revísate cada año! Y respira tranquila el resto del tiempo, que tenemos aún mucho por vivir.
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