Recuerdo la operación de pechos de Angelina Jolie, allá por el 2015. De todo lo que la prensa pudo decir de ella, hubo un mantra que los medios y tertulianos del mundo del corazón repitieron hasta la saciedad. «Por suerte, no le han quedado grandes cicatrices que incomoden a sus hijos». Me chirrió en su momento y ha resonado dentro de mí desde entonces. Porque cuando pasé por esa misma situación, ese detalle fue más traumático que el dolor de todas las operaciones.
Un cáncer siempre es un trago amargo, física y psicológicamente. Pero el de mama tiene el problema añadido de que ataca lo que sientes que es la esencia de tu feminidad.
Más que una enfermedad
Yo llevé el diagnóstico con entereza. Y la primera mastectomía, con tranquilidad y confianza. Pero cuando me quitaron el vendaje, dos días después, ya no me sentí una simple paciente que luchaba contra el cáncer. Era mucho peor: me había convertido en una mujer mutilada, deforme. Ni mi obstinado optimismo de fábrica pudo evitarme el mar de lágrimas. Sentía que nunca más sería deseada. Y enseguida me preocupé por atrincherarme tras una prótesis temporal para que mis hijos no notaran la diferencia.
Con los días, las aguas se calmaron. Mi novia de entonces me decía, llena de cariño cuando empecé a reconstruirme el pecho, que le gustaba casi más con uno solo. Y mi hija mayor, desde la altura de sus siete años, me convenció para que dejara de usar una prótesis que me daba alergia en la piel, dándome una lección de normalidad que dio la vuelta a las cosas.
La simbología de los pechos
En su momento me sentí aliviada porque la sanidad pública me dio la opción de recuperar en seguida mi aspecto anterior tras dos mastectomías (una por tumor y otra por prevención). Pero ahora que he tenido tiempo para reposar las cosas, después de haber hecho voluntariado con la Asociación Española contra el Cáncer en el hospital y haber convivido con muchas mujeres en tratamiento, mi pensamiento ha evolucionado. Porque la vida me ha enseñado que entender los pechos como el centro de la feminidad es un concepto normativo muy limitante. ¿Acaso las mujeres no somos mucho, muchísimo más que eso?
Por eso, la parte que me gusta de la noticia de Angelina Jolie es que una mujer que vive de su imagen haya sido capaz de contar al mundo entero, en primera persona y sin rasgarse las vestiduras, que hay vida más allá de una mastectomía.Seguro que esto ayudará a disminuir el impacto psicológico de estas operaciones en miles de mujeres de todo el mundo. Y ojalá que las mujeres jóvenes sean capaces de decidir si quieren reconstruirse los pechos sin la presión de normalizar su aspecto. Si yo volviera atrás, ya no lo haría: dibujaría ahora sobre mi antiguo pecho un precioso tatuaje que reivindicara, con orgullo, la estirpe de las amazonas.
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