Secretos al oído

25 de diciembre de 2011

Hoy es Navidad. Y la fecha tiene un significado nuevo desde que me invitaste a compartir la noche de ayer con tu familia. Casi cinco meses después de nuestra dolorosa ruptura, convencida de mis sentimientos tras una intensa travesía por el desierto, me he acercado a ti con paso firme, pero sabiendo que la pasión que me llena el alma chocaba contra un inmenso muro casi infranqueable ya.

No sé qué alineación de diosas nos ha vuelto a unir la trayectoria. Bajo qué signo celeste empezamos a hablar, a compartir de nuevo, a recuperar complicidades. Pero doy gracias a la vida por tus sonrisas de anoche, sobrevolando la mesa navideña. Por acariciarme la mano cuando me notabas nerviosa por el miedo escénico, por tus miradas de norte a sur admirando la blusa ceñida, la corbata de pajarita, los tirantes que me puse para ti.

Tu familia me acogió con todo el amor que se puede ofrecer, y me sentí transportada a esa fantasía en la que era posible una vida contigo. Acaricié la idea de volver a ser tuya, y la noche se volvió cálida como una siesta bajo la manta aterciopelada del sofá. Lástima que esto fuera un amor imposible…

Pero la vida a veces te sorprende mejorando el guión de tus sueños más preciados.

Por eso cuando hoy, antes de nuestra separación para lejos y para largo, me clavaste ese «te amo» que aún resuena hasta en la tierra media de los hobbits, el mundo se paró y mi respiración se hizo líquida, entre mareas de emoción en los pulmones.

Luego vino otro magistral golpe de efecto: una ventana abierta a este intenso capítulo de nuestra historia en tu blog. Y quise volatilizarme, licuarme en el aire para viajar hasta ti y lloverte entera. ¿Cómo sobrevivir a una declaración de amor como la tuya? Apasionada como eres, has puesto el corazón en rendirme a tus palabras, y yo he sacado bandera blanca sin remedio.

Aún se me enredan las voluntades en un traspiés, torpe e infantil, al pensarte. Y salen burbujas de mi boca cuando intento contarte cómo he llegado hasta aquí; los campos que has arrasado de amor en mi interior, la certeza de que tomo tu mano y es para siempre.

Un siempre que la vida se ocupará de definir, pero que sé que construiremos ladrillo a ladrillo, llenas de amor hacia un nosotras en el que ya solo viajamos tú y yo.

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